Comunicación entre adulto y niño

En este artículo vamos a comentar uno de los muchos problemas que hay en la comunicación entre el adulto y el niño, siendo el adulto quien da la comunicación y el niño el que la recibe. Los mensajes del adulto al niño pueden ser de tres tipos:

  • Positivos: cuando se le dice algo agradable al niño, como por ejemplo muy bien hecho (nos referimos a una acción correcta del niño) o eres muy bondadoso (refiriéndonos a una cualidad del niño).
  • Neutros: cuando simplemente les damos información de forma que no va cargada emocionalmente como por ejemplo es la una de la tarde.
  • Negativos: cuando se le dice algo ofensivo para el niño con la intención de corregir su conducta, por ejemplo lo has hecho mal, no grites, no pegues… (nos referimos a una acción del niño de forma incorrecta) o eres malo, vago… (refiriéndonos a la personalidad del niño)

Por otro lado, los adultos actuamos de forma diferente cuando estamos en público que cuando estamos solos, y a esto se le llama presión grupal porque los demás que nos rodean nos ejercen una presión para comportarnos acorde con las normas sociales. Por ello, cuando un adulto está con sus hijos en un sitio público quiere que sus hijos se comporten de la mejor manera posible, ya que si su hijo hace algo mal es una vergüenza para ellos. Entonces el adulto no se corta en recriminar al niño cuando hace algo mal, pero no le alaba cuando hace algo bien, siendo la mayoría de la comunicación negativa o neutra. Puede interesarte comunicación en la familia.

Se dan tres tipos de mensajes negativos:

  • Mensajes inconcretos: como por ejemplo “pórtate bien”. El niño no sabe qué entiende el adulto por portarse bien, ya que el adulto está pensando en todas las normas sociales implícitas o explícitas. Es como si con estas dos palabras metiéramos en un saco un montón de cosas que el niño no puede hacer (no grites, no pegues, no saltes, no…)
  • Amenazas: como por ejemplo “cuando venga tu padre te vas a enterar”, “cuando venga el revisor te va a tirar del metro”. Las amenazas primero quitan la autoridad del adulto que las emplea, ya que quien les causa miedo es el otro. Esto es realmente perjudicial para el padre que las emplea porque acaban por no hacer caso cuando se les regaña. Y segundo que los niños acaban viendo o a su padre o al revisor como un ogro.
  • Negación: “no pegues”, “no grites”, “no molestes”… cualquier acción que vaya con un NO delante cuesta más de entender porque nuestro cerebro tiene que pasarla a positivo. Si leemos: no pienses en un coche rojo, automáticamente estamos pesando en un coche rojo. Es mejor decir piensa en un coche verde. Cuando intentamos corregir una acción de nuestro hijo siempre será más efectivo si la formulamos en positivo.